Las técnicas de integración cerebral, promueven o reactivan la función básica de integración. Basadas en los descubrimientos del neurofisiólogo holandés Dr. Bessel Van der Kolk (1996), quien encontró que los traumas producen un desequilibrio en la sincronía de ambos hemisferios.
Con estas estas técnicas nos adentramos en un paradigma nuevo, mediante el cual encontramos la forma de modificar la sintomatología psíquica.
Esto se efectúa a través de gafas hemisféricas especialmente diseñadas y que permiten activar separadamente y por turno, los hemisferios cerebrales, de manera que la persona pueda ver dos puntos de vista propios y diferentes respecto a un mismo tema. Cuanto más dominante sea un hemisferio sobre el otro, más se distorsiona realidad y conducta.
Al abordar el suceso de forma alternada y secuencial con los dos hemisferios, estos integran sus percepciones, permitiendo desensibilizar cualquier situación que produzca ansiedad, miedo o conductas inapropiadas.
También se utiliza la técnica de un ojo por vez, observando el problema con un ojo alternadamente. Así se consigue superar el shock desensibilizando el trauma.
El tiempo no cuenta. A menudo se observa que la persona con uno de los hemisferios cree lo ocurrido, (hace quizás 30 años atrás ) y con el otro no lo puede creer.
Un cerebro traumatizado es un cerebro desligado de la realidad. A través de los ojos accedemos a la corteza visual, reconociendo en el campo visual ciertos nudos, donde se concentran sensaciones físicas como mareos, náuseas y ansiedad que al ser desbloqueados provocan la desaparición de los síntomas o los reducen al mínimo. Este tipo de terapia es indolora, y no permite que el trauma se fije al revivirlo una y otra vez como ocurre con la práctica convencional.
El periodo de tratamiento se reduce a unas pocas sesiones.